Hace ya más de 5 años, un profesor de matemáticas medio chiflado se hizo famoso en Bogotá por develar sus partes íntimas en signo de protest a ante una audiencia colmada de estudiantes. Más adelante, este polémico personaje habría de convertirse, para sorpresa de muchos, en alcalde de una de las más violentas urbes de Latinoamérica.
Bogotá iniciaba entonces un proceso de transformación positiva que pocos imaginábamos. A punta de “símbolos” los bogotanos empezábamos a aprender las lecciones que nuestro docente-alcalde nos enseñaba: con mimos los conductores a prendieron a respetar las cebras diseñadas para el paso de los peatones; con “pulgares arriba” aplaudíamos los comportamientos cívicos, y con “pulgares abajo” reprobábamos las conductas antisociales; con la “pirinola” aprendíamos que para vivir mejor en una ciudad es imperante que “ todos pongan ” ; los violentos deponían sus armas de fuego para reemplazarlas por la simbólica violencia de unas pistolas de agua; con cocteles “ zanahoria ” aprendimos a desbordar de alegría sin perder el control de nuestros actos. En fin, los bogotanos aprendíamos a vivir mejor...