¡Qué susto que lo de Suárez se diera en algo distinto al fútbol, y qué iluso que nuestra sociedad fuese lo que es nuestra selección!
Se trata de un hombre muy hábil en su oficio, con talento e inteligencia. En un país acostumbrado a la defensa, a aguantar con estoicismo violentos ataques sin derrumbarse, este hombre se destaca en cambio por su capacidad de ataque. Pronto, por supuesto, se convierte en el ídolo de una afición necesitada de eso, de tomar la iniciativa, de dar un golpe. No más aguantar, no más tolerar los ataques del oponente y resistir con coraje. Es hora de trabajar por recobrar la ilusión como país,
el optimismo, la confianza.
Su lucha no es mesurada. Él se hace moler por su país. Él trabaja sin descanso. Si se enferma, trabaja a doble jornada para recuperarse. Es cierto que al juego lo rigen unas reglas, pero no es menos cierto que estas reglas se rompen todo el tiempo. Las rompe todo el mundo. Las rompe el oponente. Y por su causa (¿qué causa sería más justa, cuál sería más noble?), él rompe algunas normas también. Los fanáticos, claro está, perdonan estos excesos. Casi que lo injusto sería lo contrario, en medio de un juego donde tantas cosas se permiten y los árbitros permiten tanta violencia, especialmente en esa zona sensible donde cada parte despliega sus armas y su mejor ataque.
En medio de esta lucha, nuestro héroe también puede decir mentiras. ¡Ah las mentiras! Un ingenuo apostaría que las mentiras obvias derrumban a los héroes.Que sus fanáticos dirían de inmediato "¡Es que piensa que somos bobos, como para creer semejantes ocurrencias!" Pero no. Estas mentiras no debilitan al héroe. Por el contrario, lo fortalecen, porque para los fanáticos son más bien una salida astuta para defenderse de un sistema que se percibe arbitrario (léase, conducido por los árbitros). Frente a sus excesos, también frente a sus mentiras, salen muchos en su defensa. Hasta jefes de estado.
Estoy hablando, por supuesto, del uruguayo Luis Suárez. Ese hombre que ayudó a su país a llegar al mundial de Brazil y después, operado de la rodilla sólo una semanas antes del torneo, se convirtió en su talismán en la primera ronda. Contra Italia, como ya es costumbre en su caso, mordió a un oponente en el área chica. El presidenteMujica, un ciudadano ejemplar como muchos de los seguidores de Suárez, defendió sus malos "modales". Suárez dijo que no mordió al italiano Chiellini, sino que su mandíbula se tropezó con el hombro de aquel. La FIFA sancionó a Suárez. Para muchos uruguayos, supongo que la mayoría, la sanción fue excesiva. Determinar silo fue es imposible. Pero lo que sí es claro es que Suárez seguirá siendo un héroe en su país. Para algunos, a pesar de sus trampas. Y para muchos, me temo, gracias a ellas.
Por eso es tan lindo que este equipo de Uruguay haya perdido contra esta selección colombiana. Porque es una selección que no sólo juega bien al fútbol, sino que juega extraordinariamente bien, en todos los sentidos de la palabra. Ningún equipo como este ha despertado tantas emociones en este mundial, dentro y fuera de Colombia, dentro y fuera de Brazil, entre colombianos y extranjeros. Es una selección que no toma atajos para el triunfo. Por el contrario, cada triunfo ha sido conseguido por el trabajo serio y constante, sacrificado, de un equipo que no cae en personalismos a pesar de que abundarían candidatos para reclamarlos. Juega en equipo y juega bonito.
Y, hasta ahora, ha sido un equipo limpio, que no ha confundido el jugar con las reglas con la blandeguería. Hasta "quemar tiempo", uno de esas tácticas donde se transita por la línea delgada entre seguir las normas y comportarse de forma antideportiva, es algo que hace con mesura. Tampoco ha confundido jugar limpio con falta de malicia. Si quieren malicia, sólo vean una y otra vez el gol de James después de desparramar a un defensor y picársela al arquero. Y bueno, del primer gol contraUruguay mejor ni hablemos: sobre esas obras de arte es mejor callar para no ensuciarlas. Qué alegría ser fanático de este equipo.
Así que me perdonan por escribir esta semana en blogoeconomia sobre temas que no tienen nada que ver con nuestra economía, nuestra política, o nuestra sociedad. Porque ni más faltaba que esto fuera, como está de moda, una metáfora de la realidad. Aunque ahora que pienso lo de Suárez...olvídenlo. ¡Qué susto que lo de Suárez se diera en algo distinto al fútbol, y qué iluso que nuestra sociedad fuese lo que es nuestra selección! Porque de lo que no hay duda es que con la selección Colombiano cabe la metáfora. Orgulloso como estoy de ser colombiano, lo cierto es que la selección de fútbol está mostrando nuestra mejor cara, y no muchas otras que también tenemos. Ojalá, por el bien de todos, las otras las vayamos dejando en el pasado y nos parezcamos cada día más a esta selección. ¡Vamos Colombia!