La semana pasada un incidente nos dio una oportunidad única para entender la posición del principal periódico de la segunda ciudad más grande del país. En sus palabras, El Colombiano sigue una línea editorial en la que promueve el debate desde el respeto y la argumentación. En consecuencia, le aceptó la “renuncia” a un columnista que se alejó de esos principios.
Para el debate, someto respetuosamente a los lectores la siguiente conclusión.
Por respeto, El Colombiano entiende evitar adjetivos que descalifiquen a la Iglesia católica. Entiende además por argumentación válida cualquiera, incluida la tautología o el porque a mí me parece, siempre y cuando la opinión no incomode a la dirección. Consistente con lo anterior, entiende por falta de argumentación la que, pese a tener una estructura lógica, riñe con su opinión. Finalmente, El Colombiano respeta la libertad de expresión, que significa: no se debe matar a la gente por sus opiniones, aunque es admisible cerrarle sus espacios de expresión (como expulsarlos de El Colombiano) si le faltan el respeto a la autoridad equivocada...