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Un Estado feliz

El Estado está de moda. Cada vez se reconoce más su importancia para promover el desarrollo económico y social. En Colombia, con el proceso de paz, mucho se ha dicho sobre su debilidad persistente y su desigual presencia en el territorio: hay que llevarlo donde nunca ha llegado, se insiste. Pero con el Estado sucede como con las familias, según la conocida máxima de Ana Karenina: las felices son todas iguales, pero toda familia infeliz es infeliz a su manera. Y es que las familias, como el Estado, tienen muchas dimensiones. Para que sean felices todo tiene que andar bien, pero la desdicha se puede conseguir arruinando cualquier combinación de factores. Esta dura realidad tiene un agravante que quiero ilustrar en esta entrada: cuando no todo anda bien, quienes se benefician (y son muchos) de un Estado débil, tienen más de una herramienta para perpetuar la incapacidad estatal...


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