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Un economista incómodo

Albert Hirschman se sentía incómodo. Con lo que sucedía en su natal Berlín, al punto de tener que pasar a la clandestinidad e huir a Francia porque su vida de militante antinazi corría peligro. Con el fascismo en general, al punto de llevarlo a unirse como voluntario en la guerra civil española y luego en el ejército francés, para terminar huyendo con una identidad falsa de las garras de sus compatriotas alemanes y organizar, desde Marsella, el escape de cientos de refugiados hacia los Estados Unidos (allí también aterrizaría él, y se enlistaría en un ejército extranjero por tercera vez).


Incómodo también con la academia, no obstante su paso por instituciones líderes del “establecimiento”, como el London School of Economics, Berkeley, Yale, Columbia y Harvard, y en donde acumuló experiencias con muchos grandes nombres de la economía y otras ciencias sociales (Arrow, Schelling, Gerschenkron, Tobin, O’Donnel, entre otros). La distancia entre el académico profesional y el mundo real nunca lo dejó tranquilo y lo llevó a trabajar en terreno y como consultor privado; con la creciente formalización de la economía tuvo una relación ambivalente, por decir lo menos...


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