La segunda vuelta se fue por los flancos, y ninguno de los dos candidatos entusiasmó al centro.
Duque es el ganador cantado.
Gana en la batalla por la plata, las maquinarias, el apoyo del establecimiento.
Gana, sobre todo, en la batalla de los miedos:
El miedo a Petro es el miedo a un Presidente que, como en su alcaldía, no sepa trabajar en equipo, no logre sacar adelante sus iniciativas, e interrumpa la tradición colombiana de un manejo prudente de los temas económicos.
El miedo a Duque es miedo al retorno del uribismo al poder, con su historia de atentar contra la democracia y los derechos humanos. Y esta vez con la posibilidad de comprometer la verdad en el posconflicto. Es el miedo a la consolidación del clientelismo, que se unió en pleno con apetito oportunista.
El miedo a una debacle económica asusta a todos. Tal vez con excepción de los que tengan poco que perder.
El miedo al clientelismo, atentar contra la democracia, afectar la verdad, hasta lo de derechos humanos, es muy abstracto, etéreo. Afecta solo a algunos, los que creen en eso (¿Pocos? Eso sugieren los ocho años de gobierno de Uribe y su continuada popularidad). Aún para ellos, es un costo abstracto. Lo de la debacle económica es palpable.
Así que en Colombia no estamos tan en la olla como para votar por Petro, y no tenemos la suficiente madurez en valores democráticos para no votar por Duque.
Se dice que el miedo a Duque es infundado porque Duque no es Uribe. Algunos apuestan a votar por Duque anticipando que no será un gobierno (tan) uribista. Citan el caso Santos. Hablan de "uribismo light".
¿Tiene Duque el peso de Santos para elegir su camino? Difícilmente. De Duque sabemos poco distinto a que hizo unos cursos en Harvard (los llamó maestrías, se entiende con Peñalosa) pero no asistió a todas las clases. Que juega fútbol. Que canta y baila. Que fue Senador por estar en la lista cerrada de Uribe, y se ocupó de defender los intereses económicos contra los impuestos saludables. Pero es cierto que ahora gobernará con el “santismo” en pleno. Para bien y para mal.
¿Y cuál sería su camino? La economía naranja, y un app para resolver cada problema. Eso dijo en los debates de la primera vuelta. Para la segunda, resolvió no ir a los debates.
¿Qué es uribismo light? ¿Cómo se sirve ese talante sin azúcar, con leche descremada, y descafeinado? Para quienes nos preocupa el registro del principal partido detrás de Duque, no es fácil definirlo. Recordemos que detrás de Duque está el partido cuyo gobierno persiguió a la justicia, que puso el DAS al servicio de paramilitares, que cambió la Constitución para su propio beneficio e intentó hacerlo una vez más pero nos salvamos del camino venezolano de caudillo por la corte constitucional, que produjo los falsos positivos, que compró con notarías la reelección, que entregó subsidios agrícolas con trampa a quienes no los necesitaban, que estigmatizó a la oposición y la chuzó, que envió de embajador a un gobernador implicado en el asesinato de un alcalde, que ha patrocinado que todos los que tienen que responder ante la justicia por muchas de estas cosas (Restrepo que hizo falsas desmovilizaciones, Maria del Pilar Hurtado del DAS, Andrés Arias de Agro Ingreso Seguro) huyan del país en lugar de defenderse ante la justicia, que tramó con falsos testigos implicar a magistrados en líos con paramilitares (recuerden a alias Job y Tasmania, el primero reuniéndose nada menos que en el Palacio de Nariño con nadie menos que el jefe de prensa de Alvaro Uribe), que chuzó a la justicia.
Me pregunto cómo se justifican los millones de simpatizantes del centro democrático apoyar a un partido con semejante record. Probablemente no les dan crédito a muchos de estos hechos. O creen en el estupendo caso de incompetencia selectiva de Uribe, Presidente conocedor de cada detalle sobre el puesto de salud más remoto en el municipio más pequeño de Colombia, pero ignorante de las reuniones en Palacio o las andanzas de sus más cercanos ministros, funcionarios, generales.
Contestan con razón que no todos los que votan por Duque son paramilitares. Ni más faltaba. Pero la pregunta es la del párrafo anterior.
El miedo a Petro tiene algún fundamento. Hasta quienes se sumaron a apoyarlo lo hicieron "a pesar de las diferencias". Algunas de sus propuestas parecen demasiado osadas y difíciles de concretar o financiar. Pero no se pueden desconocer los sesgos:
Duque propone cambiar la regla fiscal, lo que no resuelve con un app lo ataca con una exención o incentivo tributario, y aunque va a bajar impuestos el problema fiscal lo va a resolver a punta de gestión. Y nadie está angustiado por la irresponsabilidad manifiesta de estas propuestas. Los medios le preguntan a Duque por sus canciones de rock favoritas; a Petro que si va a perpetuarse en el poder (¿no fue durante Uribe que se compró el cambio de un articulito? ¿no se comprometió Petro con los verdes?).
La crisis económica si llega Petro es en parte profecía autorealizada: "Petro hará daño a la economía porque el establecimiento cree que hará daño a la economía".
Los gremios se alinean, también los grandes medios.
Entonces se debate la validez del voto en blanco:
Los idealistas creen que el blanco puede moderar al ganador. ¿Pero no han logrado más, para la moderación, los verdes que apoyaron a Petro? ¿Y cómo se traduce el voto en blanco en resultados concretos? Las respuestas no convencen a los pragmáticos.
Votando en blanco se compra la comodidad de no haber apoyado al "populismo". Y en el caso de un triunfo de Petro, protege al votante de cada tropiezo del presidente ("se los dije, yo por eso no quise votar por Petro contra Duque").
Pero un triunfo de Petro es solo una hipótesis porque Duque ganará; hipótesis reafirmada por quien vote en blanco.
O por quien, incómodo frente a estas malas opciones y con el mundial en marcha, se abstenga.
No serán pocos. Para muchos, estas elecciones son las del desgano.